Meliá Madrid Serrano

“Magnífico hotel en el barrio de Salamanca”

Hotel bien localizado, en el distrito de negocios y residencial del barrio Salamanca, a un paso de la Castellana. Habitaciones y zonas comunes muy bien renovadas y decoradas. Dispone de un gimnasio en el primer sótano, de acceso directo al garaje y de una piscina exterior en la azotea, sólo abierta… Más

Hotel bien localizado, en el distrito de negocios y residencial del barrio Salamanca, a un paso de la Castellana. Habitaciones y zonas comunes muy bien renovadas y decoradas. Dispone de un gimnasio en el primer sótano, de acceso directo al garaje y de una piscina exterior en la azotea, sólo abierta en temporada. Excelente el desayuno con muchísimas opciones de salado y dulce (las porras madrileñas, los churros y el chocolate, todo un acierto).

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“Una nueva visita”

En estos momentos es nuestro hotel de referencia por ubicación, calidad (perfecto Level) y comodidad ( extraordinario parking conectado con el hotel a un precio muy razonable). Bonita decoración navideña. Una vez más, todo ha resultado muy bien.

“Un desayuno espectacular”

Un belísimo hotel. El desayuno es el mejor de mi vida. Nunca havia probano nada igual. La habitacion esta buena. El lobby y el restaurante estan muy buenos. Yo volveria a me quedar en el hotel. Buena ubicacion, cerca de tiendas buenísimas. se puede caminar hasta el metro

“Una Experiencia en Meliá que Invita a la Reflexión”

Una experiencia sorprendentemente decepcionante en un Meliá de Level Como fieles clientes de la cadena Meliá, siempre hemos confiado en su capacidad para convertir cualquier estancia en una experiencia inolvidable. Sin embargo, lo que vivimos del 22 al 23 de diciembre en una habitación Premium de … Más

Una experiencia sorprendentemente decepcionante en un Meliá de Level Como fieles clientes de la cadena Meliá, siempre hemos confiado en su capacidad para convertir cualquier estancia en una experiencia inolvidable. Sin embargo, lo que vivimos del 22 al 23 de diciembre en una habitación Premium de Level fue inesperado, y no precisamente por las razones que hubiéramos deseado. Desde el momento en que comenzamos a planificar nuestra estancia, surgieron señales de que esta vez algo iba a ser diferente, y no para bien. Al contactar con la central para realizar nuestras peticiones, la atención careció de la excelencia a la que estamos acostumbrados. Al hablar con recepción, la respuesta fue prácticamente un muro: "Usted tendrá lo contratado". No esperábamos menos, claro, pero ¿dónde quedó ese esfuerzo extra que siempre nos hacía sentir especiales al elegir Meliá? El check-in digital, aunque práctico, marcó un inicio poco acogedor. Si bien nos ahorró tiempo, el proceso en recepción fue frío y distante. No hubo esa cortesía que suele caracterizar a la cadena: nada de invitarnos a sentarnos, ninguna explicación detallada sobre el hotel, sus beneficios o los servicios exclusivos de Level. Todo se hizo rápido, de pie, y sin la calidez que uno espera en un establecimiento de esta categoría. Al llegar a la habitación, nos encontramos con un fuerte olor a cloacas que impregnaba todo el ambiente. Aunque pensamos que podía ser un problema puntual, no quisimos molestar porque, sinceramente, nos daba la impresión de que cada llamada sería interpretada como una queja más. Además, el sofá cama, que supuestamente no estaría abierto hasta la tarde, ya estaba preparado. ¿Por qué comunicar una cosa si luego sucede otra? La desconexión entre lo que se dice y lo que se hace fue una constante en esta estancia. El servicio de descubierta, que nos dijeron que se haría a las 6, ya estaba realizado a las 4. Detalles como estos, lejos de sumar, generaron confusión y restaron exclusividad a nuestra experiencia. El desayuno fue correcto, pero faltó ese toque que lo hiciera memorable. Para un hotel de esta categoría, uno espera más variedad y un despliegue que sorprenda a los sentidos. Pero lo que más nos impactó fue la actitud general del personal, salvo honrosas excepciones como la recepcionista Mónica, cuya amabilidad merece reconocimiento. En contraste, el resto del equipo, desde los camareros hasta el personal de limpieza, parecía actuar como si los huéspedes fueran una carga. No hubo sonrisas, ni bienvenidas cálidas, salvo por el portero de seguridad, quien nos hizo sentir, por un momento, que estábamos en el Meliá que conocíamos. Esta falta de calidez y exclusividad nos dejó atónitos. En un hotel que lleva el sello de Level, no sentir ese trato excepcional que debería ser la norma fue profundamente decepcionante. Entre el mal olor en la habitación, las comunicaciones contradictorias y la sensación general de desinterés, nuestra estancia terminó sintiéndose como una sombra de lo que esperábamos. Si esta experiencia hubiera sido nuestra primera toma de contacto con la cadena, difícilmente repetiríamos. Pero como clientes habituales, nos queda la duda: ¿ha perdido Meliá la chispa que lo hacía único? Esta crítica no busca ser destructiva, sino constructiva, porque creemos firmemente en el potencial de esta cadena. Ojalá este feedback sea el inicio de un cambio que recupere la magia y exclusividad que siempre nos hizo elegir Meliá como nuestro hogar lejos de casa.

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